LA DEMOCRACIA SÍ SE COME


Por: Sinesio López Jiménez (*)

Una gran insatisfacción con la democracia recorre América Latina. En unos países más que en otros, pero ella es general. El cuestionamiento no apunta aún (felizmente) contra la democracia como ideal de gobierno, sino contra los gobiernos democráticos realmente existentes. El malestar proviene de la incapacidad de la democracia, tal como ella es definida, entendida y aplicada, para cambiar la vida material de los ciudadanos, especialmente de los pobres y muy pobres. “La democracia no se come” dijo el general Odría para justificar su dictadura.

Para erigirse en una valla contra las dictaduras y legitimarse, la democracia tiene que demostrar con hechos (efectividad legal y políticas públicas para todos) que ella sí se come. No se trata de un reparto populachero de alimentos y otros bienes tratando a los pobres como mendigos sino de organizar la existencia social de tal manera (empleo de calidad, salarios, salud, educación, seguridad, bienestar, justicia y libertad) que permita a todos vivir con dignidad.

¿Por qué la democracia no afecta la vida material de los ciudadanos de AL? La hipótesis de Nicolás Lynch (El argumento democrático sobre América Latina. La excepcionalidad peruana en perspectiva comparada. Fondo Editorial de CCSS de la UNMSM, 2009) es que la democracia no toca la situación concreta de los ciudadanos de AL porque ella ha sido reducida a meros procedimientos de elección de los gobernantes de turno. Así ha sido importada (copiada) de los países avanzados, pero AL no ha podido copiar obviamente la cultura política, la calidad de los Estados eficientes y democráticos y el nivel de vida de esos países.

¿Por qué ella, sin embargo, sigue en pie? Lynch atribuye su permanencia a dos factores principales: por un lado, a la imposición y defensa de la democracia meramente procedimental por parte del establishment académico y político norteamericano y, por otro, a la capacidad, ciertamente limitada, de las élites latinoamericanas para sostenerla. La crítica de Lynch a la democracia procedimental no tiene como objetivo acabar con ella sino, por el contrario, crear las condiciones económicas, sociales y políticas que le permitan funcionar en forma adecuada y satisfactoria.

El de Lynch es un libro de política comparada que se mueve entre la ciencia política y la sociología política, por un lado, y entre el ensayo y la investigación de campo, por otro, para analizar las peculiaridades de la democracia en los diversos países de AL y en el caso peruano. Apelando a un amplio conocimiento de la ciencia política norteamericana y asumiendo la perspectiva estructural de Barrington Moore y otros, Lynch discute con los principales autores que defienden la democracia como régimen político (democracia electoral y procedimientos de gobierno).

Coincidiendo con Guillermo O’Donnell (en sus últimas publicaciones), Lynch sostiene que, para comprender la democracia, es necesario analizarla en perspectiva histórica comparada de tal manera que los procedimientos democráticos sean vistos a la luz de las condiciones y procesos económicos, sociales y políticos y de los vínculos que ellos establecen en los diversos países del mundo desarrollado y de AL.

Lynch analiza las etapas en que se ha desarrollado la democracia en AL, las regresiones autoritarias, las transiciones democráticas y las consolidaciones frágiles que ella ha experimentado. Discute asimismo el giro a la izquierda de AL (distinguiendo dos izquierdas por origen: marxista y nacional-popular) dentro de los cauces democráticos como producto de la insatisfacción que ha generado el modelo neoliberal en AL.

Este giro izquierdista no es, en general por ahora, anticapitalista, sino antineoliberal. En esto y en otros aspectos el Perú es una excepción en AL. El excelente libro de Nicolás Lynch ha levantado la varilla muy alta para discutir y valorar la calidad de la democracia en AL.
(*) Publicado en el Diario La República el 11 de dicuembre de 2009

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